Luego miraba sus ojos, recordaba la silueta de ella recortada en la ventana, luego los dos pajaritos esos que tanto querìa durmiendo y revoloteando, sin enterarse de nada. Recordò el labio roto, el abrazo metido en la piel hasta llegar a los huesos, su eterna femineidad, su mugre maravillosa. "El juego acabò, y me acabò a mì", bajaba la vista hacia sus propios pòmulos y los tocaba como queriendo salir de su cuerpo y observarse. Años màs tarde la nena escribirìa un cuento sobre el barrido de un piso. Ahora èl pensaba en mùsicas y naturaleza, en esas ganas de volver a arrancarle la piel, esas ganas de poder contemplarla desde su oscuridad lejana; y no era cierto, era un tango, era una perfecta melancolìa que seguìa a la angustia. La bola enorme de la tardecita que mezclaba olor a calle y hedor a mujer, mientras el agujero del rasgado firmamento de loza le acusaba con su dedo: una mecànica que no podìa romperse, la nena pensarìa despuès para consolarse que uno odia con la misma intensidad que ama, a quien ama. Èl ahora pansaba en cotidiano, tav vez escuchara Tom Waits, tal vez tocara el teclado, siempre su aullido de victoria, lamento de lobo, habìa sido desgarrante; y no le hubiese importado tirarse en la calle o andar hablàndole al mar con sus ojos, asì, moviendo los labios en sentido de sus bigotes, como cuando pensaba. Le hubiese gustado hacerse lobo marino otra vez, pero estaba demasiado cansado para estar consigo mismo. Quièn sabe si en el fondo no era el màs humano, quièn sabe si ella se alejaba para amarlo, si eso no era el amor en su forma màs pura. Si èl hubiera tenido que describirlo -pero no, le bastaba con ver la biblioteca y los muñecos, y la austeridad de la casa para sentirlo- no hubiera dicho pena, ni locura, ni problemas: amor y furia.
<
Yo duermo todos los dìas en la cama que ahora es de Ana y alrededor estàn todavìa los globos que quedaron del cumpleaños: cuando llego a la noche les pego una flor de patada y los globos se ponen a volar y rebotar como gallinas asustadas.
Un dìa comì lentejas y pensè: "Si Anita come esto se va a cagar".Otro dìa pasè por el jardìn y pensè: "Luci tiene que volver pronto porque la señorita Gabriela si no la va a extrañar".Otro dìa fui a ver el mar y pensè: "Ojalà Laura pueda perdonarme porque yo la amo".>>
Soltò el portaminas HB y la goma de pianista se alejò rodando de la mesa. La escena fue disolvièndose en medio de la oscuridad, se veìa el punto rojo luminoso del grabador y Wagner lo alejaba de la pieza. A la mañana se tomò unos mates, fastidiado por los ruidos del taller de enfrente, que son parecidos al de las chicharras en La Plata, y todo era lindo.
1 comentario:
Lucía, siempre
te puedo volver a querer cuando leo
Publicar un comentario